Tour de France

Le Tour: Pierrick Fedrigo gana la 15° Etapa

Photo: courtesy
Wim Dingemanse

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En el mundo de la bicicleta, las grandes narices no sólo se ven bien, sino que están muy bien vistas. Campeonísimos como Fausto Coppi o Gino Bartali las dieron publicidad y prestigio, justo cuando el ciclismo empezó a engordar su leyenda. Cada uno tenía su estilo. Coppi la utilizaba como alerón y Bartali como porra.

El efecto aerodinámico de las grandes narices es un mito que nadie se atreve a negar. En 1984, Moser batió el récord de la hora establecido doce años antes por Merckx, y lo hizo ayudado por un enorme apéndice que la UCI no consideró ilegal. Hasta Chioccioli, ganador del Giro en 1991, no se vio una nariz semejante. Tantas ganas había de un mascarón distinguido que el nuevo ídolo fue bautizado como el Coppino. No cabía mayor honor.

Si todavía se preguntan el porqué de esta perorata es que no han advertido (y es raro) la nariz de Pierrick Fedrigo, ganador ayer. Poderosa y con forma de aleta de tiburón. Tan penetrante que parece diseñada por la madre naturaleza en colaboración con Adrian Newey. Un saliente digno del ácido verso de Cyrano: "Evitad riñas y enojo, si os llegara a sangrar sería un Mar Rojo".

Desde Ferdi Kubler, vencedor del Tour de 1950, no se recuerda un mejor cortavientos que el exhibido ayer por Fedrigo, apodado en Francia La nariz de Marmande, una pequeña localidad de Aquitania, excepto cuando Pierrick está en casa.

La victoria de Fedrigo, lograda en un sencillo sprint ante Vande Velde (el francés también hubiera ganado en la fotofinish), nos devolvió a tiempos mozos y mejor olfateados. En España fueron corredores de narices Marino Lejarreta y Mikel Zarrabeitia, dos juncos vizcaínos. Ya entonces comenzaban a escasear los ciclistas de su perfil.

Pantani, ganador del Tour de 1998, fue el último campeón con fuerte personalidad nasal, una rareza en las últimas ediciones. De hecho, si Wiggins se corona el domingo en París, volveremos a disfrutar, catorce años después, de un ciclista con nariz (lo de las patillas lo trataremos en otra crónica).

Caso de vencer Froome, nos hallaremos ante una situación dramáticamente contraria: primer campeón con menos nariz que Doris Day. Ni siquiera el bello Hugo Koblet, héroe suizo en el Tour de 1951, lucía una protuberancia tan respingona.

Como íbamos diciendo, la etapa de Pau dejó con un palmo de narices a quienes esperaban un desenlace al sprint; especialmente a Greipel, que cumplía 30 años (Indurain sumó ayer 48 sanfermines).

Fuga. Hubo escapada y nació como un parto en un taxi. Entre los sextillizos, dos expertos en evasiones: Voeckler (naso de guiñol) y Sorensen (nariz escueta). Ambos se dieron de bruces con la realidad; también Venedyns y Dumoulin. Fedrigo tenía un pueblo detrás y una península delante. Vande Velde, su último enemigo, se rindió a la evidencia. No luchaba contra un ciclista; corría contra el Concorde.

El resumen es que fue un día hermoso en directa aproximación a los Pirineos. Pegó el sol y Fedrigo puso la sombra. Frescor antes del día de descanso. A partir de ahora toca respirar hondo.


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